"...Y esta pobre viejecita no tenia que vestir, sino trajes de mil cortes y de telas mil y mil..." Cuando me enseñaban este texto, allá en mis años de escuela primaria estaba muy lejos de imaginar que este personaje realmente existía, y más aún que algún día yo la iba a conocer.
Conocí a la Sra. dinero 14 dias antes de la Navidad, en una entrevista de trabajo. Estaba ofreciendome aquel que me liberaría de mis deudas. Implicaba viajar al extranjero y renunciar, aunque no por mucho tiempo, a toda una vida ya hecha en mi país. Tuve dudas y por que no decirlo, también temores, pero finalmente acepté; las deudas no me permitian otra cosa. Además esta anciana dama, pequeña, de ojillos penetrantes y modales tan amables como que inspiraba confianza. Por si eso fuera poco, no la vería mucho, apenas una o dos veces al año, cuando viniera de vacasiones a esta caserón.
Ese día efectivamente llegó. Al tratarla más de cerca y por más tiempo pude comprobar que mi primera impresión habia sido un error. Toda su amabilidad se esfumó para dar paso a una arrogancia bastante despótica propia de quien se siente segura de tener "la sarten por el mango". Ella no vive en el mundo real sino en un universo paralelo del cual ella misma es el único centro. Forma parte de los desafortunados que necesitan rebajar a los demás para sentirse bien con ellos mismos. A pesar de todo su dinero desconoce muchos de los más grandes placeres de esta vida: puede pagarse hasta una temporada de opera y sin embargo no escucha música, puede viajar a los sitios con los paisajes más hermosos y sin embargo no disfruta de la naturaleza, puede comprar novelas de los mejores escritores y sin embargo, solo consume literatura de folletín. En otras palabras, ese espíritu no vive, quizas nunca ha vivido. Eso si, su closet esta lleno de ropa carísima comprada en tiendas exclusivas del primer mundo. El más económico de sus pañuelos cuesta $500 y pude ver por primera vez en vivo y en directo los famosos zapatos Manolo Blanik, por los que tanto sufría la heroina de Sex and the City...pero ¡que carambas!, no me emocioné... juro que lo intenté, pero nada. Son cosas vistosas que solo sirven para alegrar un momento la mirada, quizas una barata copia asiática podría causar el mismo efecto. Y allí quedarán, para quien quiera repartirselas el día, no muy lejano, en que ella tenga que partir de este mundo.
Y mientras el sol brilla afuera, ella sigue dentro de su cuarto, en cama y con las cortinas cerradas, sacando sus cuentas, haciendo crucigramas y/o jugando canasta con un pequeño videojuego, esperando que la próxima llamada sea de alguno de sus nietos que rara vez se acuerdan de ella y no de alguno de sus ejecutivos con más problemas de negocios...
Son muchos los que la adulan o por lo menos se hacen los tontos para complacerla. Amigos, realmete no se si los tenga. La verdad, me entristece pensar en ella. Pienso en una vida vivida sin pasiones, sin verdaderos logros personales y que llega a su final sin sabiduría.
No se que mas decir. Felizmente que no me ha tocado vivir así, felizmente mis problemas son otros. La verdad, amo mi vida.