Hoy, en clase, nuestra profesora de producción realizó un ejercicio interesante: debíamos suponer que estábamos al frente de una emisora de AM y diseñar su programación. Se nos dijo que había que programar para un oyente de clase obrera. De más esta decir que mis compañeros, adolescentes de clase acomodada (o que pretenden parecerlo), es probable que nunca antes hayan escuchado una emisora de AM y que el único espécimen de esa "rara avis" llamada clase trabajadora que conocen sea la señora que hace limpieza en sus casas con quien dudo mucho que hayan mantenido una conversación.
Sin embargo, todos y cada uno parecían tener en sus mentes un perfil muy detallado de lo que es un oyente de "clase obrera". La visión paternalista o directamente peyorativa se hizo presente en frases como : "a esos manes hay que ponerles música para que chupen", "por la mañana hay que ponerles música alegre para que se despierten contentos", "hay que hacer programas de crónica roja y farándula", "por la tarde unas tres horas seguidas de reggeton". Nadie consideró siquiera la posibilidad de hacer un estudio estadístico que nos informe a cerca de la naturaleza y necesidades de este oyente en particular. La pregunta principal que había que hacerse :¿cómo es el oyente para quien estoy programando?, nadie se la planteó pues la respuesta parecía tan evidente. A la vez frases como "esas personas", "ese tipo de personas", "esa gente", marcaban decididamente una distancia entre ellos y aquellos cuasi-extraterrestres a quienes se referían.
Esto me lleva a unas cuantas conclusiones:
1) La raíz de todo prejuicio no es la ignorancia, sino la seguridad que se tiene en falsas certezas
2)Para funcionar, todo prejuicio requiere de una fase previa de toma de distancia entre quien lo ejerce y el grupo objetivo afectado. Estos pasan a ser cualquier cosa, menos el prójimo.
3) Difícilmente hay etapa de la vida en que las personas sean más prejuiciosas que la adolescencia.
4) Debo ejercitar profundamente la paciencia y la comprensión.