Hay una mujer sentada frente al río, el mismo río junto al que lloró viejas penas, el mismo río que ha pasado desde el principio de los tiempos, el que desafió cataclísmos y eras glaciales cuando aún de ella no existía átomo alguno; el que avanzaba con el mismo empuje cuando aún ninguna mente había concebido crear una ciudad en su ribera. La mujer mira ese río que seguirá corriendo cuando ella ya no esté y piensa que se parece un poco a su vida. Nada ha cambiado y sin embargo todo es absolutamente distinto, pues sin perder su esencia las cosas se modifican, como el río, como la ciudad, como ella misma.
Cae la tarde y una luz rosacea lo envuelve todo. Los autos pitan más, se acerca la hora punta. la mujer se pregunta por todos aquellos que alguna vez miraron ese río, ¿qué habrán pensado?,¿estarán todavía aquí?, ¿acaso habrán sentido al mirarlo lo mismo que ella, convertida en una especia de turista en su propia ciudad?. Quizas no. hay cosas que solo se aprecian cuando se las ve de lejos. ahora ella sabe que esas aguas negruzcas son hermosas. Ahora ella sabe que su vida es hermosa. Nada mejor que una foto para tratar de fijar en el tiempo ese momento. nadie más amable que los guardianes del Malecón para tomarla.